Asiéntase Sayago, ¡oh ironía!, entre dos ríos que lo ciñen apretadamente. Al norte y al poniente, el Duero, el Tormes por el sur, pero corriendo ambos por angostas hoces berroqueñas, hondísimas, que le impiden acalmar la sed de los campos que se aúpan a varios centenares de metros por encima de sus aguas.(Luis Cortés Vázquez, Mi libro de Zamora, 1975)